jueves, 11 de marzo de 2010

NUEVAMENTE LA FIEBRE AMARILLA: ¿QUE DEBEMOS HACER?

Después de mucho tiempo sin padecerla, los últimos años han mostrado que, la fiebre amarilla, vuelve a ser un problema sanitario de envergadura. Esta afección es una enfermedad infecciosa aguda de origen viral, que se transmite a través de la picadura del mosquito Aedes aegypti y que tiene una alta tasa de mortalidad. La fiebre amarilla, debe su nombre a que la persona infectada puede llegar a tener un compromiso hepático que le da un color amarillento a la piel (ictericia). El agente que produce la enfermedad es un virus que se propaga a través de mosquitos que pican a animales o humanos infectados y lo propagan al picar a otros sanos. En el país el vector es la hembra del Aedes aegypti y se puede reconocer por su dorso y sus patas con rayas blancas y negras. Este insecto, para reproducirse necesita proteínas que las obtienen de la sangre de las personas picadas. Por los hábitos de los mosquitos, los momentos del día de mayor riesgo de picadura, son principalmente antes del amanecer y dos horas después de la puesta del sol. Luego de una ingestión de sangre infectada, la mosquita puede transmitir el virus después de un período de 8 a 12 días de incubación y por el resto de su vida. La incubación de la fiebre amarilla en los humanos dura entre tres y seis días y el síntoma común es la fiebre, pero en un cuadro clínico grave se pueden desarrollar hemorragias, vómitos y compromiso hepático. El 50% de las personas que llegan a esa instancia mueren; por eso es importante su detección precoz. La enfermedad no tiene un tratamiento específico. Sólo requiere un control de las condiciones de hidratación y equilibrio químico del organismo del enfermo. El brote de fiebre amarilla actual, en Paraguay y Brasil, es básicamente selvático y se concentra en las poblaciones de monos aulladores. En Argentina, se calcula que hay más de 20.000.000 de personas expuestas, pero la población susceptible de enfermarse somos todos. Para el brote actual, han contribuido dos fenómenos: los desmontes, porque debido a ellos las poblaciones de monos aulladores infectados con el virus de la fiebre amarilla migraron y se acercaron a zonas urbanas de Brasil, y el calentamiento global que ayuda a la propagación de los mosquitos portadores del virus, hecho que aumenta las probabilidades de que la enfermedad se difunda. Uno de los mayores riesgos de salud pública es el huésped humano infectado por el virus, que viaja de una región a otra, ya sea por trabajo, visita familiar o turismo, y de esta forma va difundiendo el virus, de una zona a otra. El virus circula entre los primates y pasa a otros mosquitos que se alimentan de su sangre, quienes a su vez pican a humanos que entran en la selva y producen casos esporádicos de fiebre amarilla. Lo preocupante ocurre cuando una persona infectada en la selva se desplaza durante la fase de viremia hacia centros urbanos con elevada densidad de Aedes aegypti. Las acciones a seguir para evitar la propagación de la enfermedad son: fumigaciones, erradicación de basurales y malezas y eliminación de pozos con aguas estancadas, además del entierro de cubiertas de vehículos. Quienes viajen hacia Misiones, Formosa, Paraguay o Brasil deberán vacunarse contra la fiebre amarilla. Aquellos que se encuentren en esas zonas de vacaciones y vuelvan al país, si aún no se vacunaron, es recomendable que se hagan un chequeo médico para descartar el contagio y, en caso de tener la enfermedad, que sean tratados de manera inmediata. ¿Quiénes deben vacunarse?: los expertos indican que recibir la dosis aquellas personas que se dirijan a las zonas de riesgo. La vacuna, que posee una cobertura de diez años, no puede aplicarse a los menores de un año, mujeres embarazadas o personas mayores con problemas en su sistema inmunológico. Sucede que la dosis está compuesta por virus atenuados, y al tener las defensas disminuidas, podría correrse el riesgo de contraer la enfermedad.

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